Viernes 19.04.2024
Actualizado hace 10min.

Un ensayo militar que se parece a un chantaje

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Claudio Mario Aliscionicaliscioni@clarin.com El hombre sabe desde siempre que hay una eficacia política en la generación del miedo. Hacia adentro, el Estado disciplina al ciudadano con el temor al castigo de la ley. Entre países, es el horror a la guerra lo que cuenta. La contradicción aparece, sin embargo, cuando asoma una desproporción entre los fines y los medios. En un caso como el norcoreano, eso es aún más evidente. Cuesta trabajo estimar seriamente las presiones de esta dinastía feudal, con trazos de opereta y liderazgo estrafalario. Pero la amenaza está allí, incluso si raya en el delirio. Quien vaya a la frontera entre las dos Coreas advertirá de inmediato la dimensión del disparate. Desde el lado comunista asoman casamatas, grandes alambradas, guardias con la mano perenne en el fusil, binoculares siempre activos, diatribas patrióticas difundidas por atronadores parlantes. Es un reino patético, enterrado aún en la Guerra Fría, donde casi no existe Internet y la disidencia se paga con la muerte. País diminuto y de nulos recursos naturales, sufrió varias hambrunas, la mayor en los 90 con cientos de miles de muertos. Pero eso no le impide a la dinastía Kim contar con el quinto ejército del planeta, además de una temible parafernalia nuclear y misilística apuntando a Seúl y a Tokyo.   Es ese manojo de ingredientes, sin embargo, lo que constituye su paradójica fuerza. Conviene no separar la prueba de ayer, e incluso el polémico ensayo nuclear de enero pasado, de los intentos de la dictadura de Kim Jong-un, en el poder desde 2011, por sortear su aislamiento. El régimen busca un sostén de poder desde el cual negociar, en especial cuando lo apura la creciente desconfianza de su histórico aliado chino y el temor a una intemperie mayor. Juega con, al menos, dos naipes de peso. De un lado, Pyongyang pretende que Occidente no corte su asistencia y chantajea para evitarlo con un futuro tenebroso de miles de norcoreanos hambrientos invadiendo a su vecino del sur. Es un escenario de pesadilla que los proyectos de unificación ensayados por Corea del Sur intenta conjurar. Otro asunto es el enorme poder atómico en manos de individuos que son poco fiables. Lo que el régimen demanda a cambio de sus extorsiones es asistencia financiera, alimentaria y energética para contener a sus 23 millones de habitantes.  Pero el chantaje norcoreano tendrá efectos indudables en la región. China, que mira con estoicismo confuciano a su díscolo aliado, soporta sus desplantes con paciencia estratégica. No es para menos: disputa con EE.UU. un tablero que concentra el 38% del PBI mundial. Y la prueba militar de Pyongyang, junto al paraguas antimisiles que Washington negociará desde ahora con Seúl, muestra a la Casa Blanca como garante de la seguridad en una región que Beijing reclama como propia. Si los chinos aún sostienen a Kim Jong–un es porque una crisis norcoreana solo agravaría la tensión y dañaría los intereses que defiende en ese espacio inestable. Uno de esos escenarios, pero no el menor, es el litigio abierto por el control de las islas Spartly que mantiene con Vietnam, Malasia, Brunei e Indonesia. Están en juego vastas reservas marítimas de energía (petróleo y otros minerales).  De todos modos, aunque se lea la bravuconada norcoreana como réplica a problemas internos, lo cierto es que su eficacia final se medirá según los efectos que genere en una zona que comienza a mostrar fatiga ante sus provocaciones. Un posible cambio, si lo hay, no puede desentenderse de las necesidades concretas de la mutación económica global aún en curso.

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